En la actualidad, el modelo de salud mental y física de la mujer es el que responde a la linealidad: debemos mantenernos constantes dentro de unos parámetros regulares. Por esta razón características de determinadas etapas y fases de la sexualidad femenina son interpretadas como una alteración de lo deseable y no como cualidades saludables y positivas, como ocurre con la fase premenstrual, la fase menstrual, el puerperio o la menopausia.Este hecho responde, por un lado, a la tendencia a obviar nuestra naturaleza cíclica y, por otro, al profundo desconocimiento de las etapas sexuales de la mujer y su esencia cambiante. Porque las mujeres vivimos en cambio constante durante toda la etapa fértil, entrando a esta etapa con la revolución hormonal de la adolescencia, siguiendo con las fases de los Ciclos Menstruales y los ciclos de reproducción, y saliendo con la menopausia. Y todos estos cambios son profundos tanto a nivel físico y mental como emocional y energético.
La lucha constante para mantenernos en la falsa linealidad nos causa malestar y nos hace derrochar mucha energía y desaprovechar grandes cualidades. Culturalmente hemos creado un ideal de mujer irreal basado en una chica de veinte años en fase ovulatoria al mediodía de un día soleado de primavera.
Pero ¿qué pasa si el día se nubla y empieza a llover? ¿Y si son las once de la noche? ¿Y si es invierno? ¿Y si tengo quince, cuarenta o sesenta años? ¿Y si estoy embarazada o lactando? Es decir, ¿qué pasa durante la mayor parte de mi vida? Pasa que dedicaremos un montón de energía en intentar emular ese falso ideal lineal en lugar de aceptar y aprovechar los estados que nos regalan las fases de los ciclos que vivimos.
Cuando cooperas con tu naturaleza cambiante se abre un mundo de posibilidades y experimentas una nueva sensación de control sobre tu propia vida, de libertad de ser tú misma y de quererte tal como eres.
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