Desde la pubertad convivimos con el flujo vaginal. Sin embargo, sabemos muy poco de él puesto que, de manera similar a lo que sucede con la regla, nadie nos ha iniciado de forma amorosa en sus misterios, evitamos tocarlo y no nos interesamos en descubrir sus características y variaciones.
Esta falta de interés se remonta al desconocimiento general y la mala fama de esta parte de nuestra vagina. Muchas mujeres nunca habíamos oído hablar del flujo antes de su primera aparición en nuestras braguitas. Así, la escena de la niña que se asusta con el sangrado de la primera menstruación es totalmente actual si pintamos la sangre de blanco. La mayoría de las mujeres ignoramos esta parte de nosotras mismas, asociándola con ideas de suciedad y mal olor y este silencio es el que transmitimos a nuestras hijas.
En nuestro país, se promocionan los salvaslips para ser utilizados durante todo el ciclo menstrual (es decir, cada día durante 35 años, ¡qué negocio!) y así “sentirte más limpia y fresca”. Paradójicamente, la mucosidad vaginal tiene un papel crucial en mantener esta entrada al interior del cuerpo bien limpia de patógenos.
En algunas culturas, estas percepciones negativas sobre el flujo se extreman hasta el punto de que las mujeres se aplican duchas vaginales y desodorantes íntimos o emplean productos para secar por dentro la vagina. Estos productos, igual que los tampones, dañan la mucosidad vaginal y su eficaz sistema de defensa.
El flujo vaginal no sólo sirve para mantener limpia la vagina y los órganos sexuales internos, sino que una parte del flujo, el moco cervical, sirve para cerrar y abrir la puerta de entrada y salida al útero: el cuello del útero. El moco cervical cambia según si el cuello del útero está abierto o cerrado. I sólo se abre unos días antes y durante la ovulación (para permitir la entrada de espermatozoides) y justo antes de la menstruación (para permitir la salida de la regla). Durante el embarazo, se genera un gran tapón mucoso en el cuello del útero para mantener la puerta bien cerrada que no se deshace hasta el momento del parto para que salga la criatura.
De este modo, el aspecto del flujo vaginal nos informa de en qué momento del ciclo menstrual estamos (preovulación, ovulación o premenstruación) hecho que nos permite coordinar nuestras actividades con las características físicas, mentales y emocionales que predominan en cada fase del ciclo y saber si estamos fértiles o no. Finalmente, un buen conocimiento del aspecto y olor de nuestro flujo nos facilitará el darnos cuenta de posibles infecciones de transmisión sexual.
Hace falta re-significar esta parte de nuestro cuerpo y darle la importancia que tiene para nuestro bienestar físico y emocional. Desde la pubertad deberían enseñarnos a reconocer los diferentes tipos de flujo y los estados físicos, mentales, emocionales y de fertilidad que le están asociados.
Artículo publicado en el semanario La Directa
Autora: Anna Salvia
Traducción: Yaiza Blanch
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